GRETA THUNBERG

GRETA THUNBERG

Millones de personas de todo el mundo, que se resisten a ser víctimas silenciosas de los desastrosos efectos de la alteración del clima, siguen a Greta Thunberg, la joven sueca de 16 años que se ha convertido en símbolo de la lucha contra el cambio climático, provocado por la conducta irresponsable de los dirigentes de los países que lideran las economías del mundo. 
Esta frágil joven que con su impermeable amarillo, se sentó en el pavimento frente al parlamento de su país en agosto del 2018, iniciando una huelga de hambre cada día durante 7 horas con una pancarta que decía: “Huelga escolar por el clima”, se ha atrevido a criticar a los más pomposos discursos de los líderes de la economía y la política del mundo sobre el cambio climático, calificándolos de “palabrería vacía”, y con su acción ha inspirado el nacimiento de movimientos que han movilizado multitudes en ciudades de los más diversos países del mundo, pero sin aceptar adherirse a ninguna organización. 


Greta esta diagnosticada de síndrome de Asperger, un trastorno de tipo autista que merma las habilidades sociales, por lo que le cuesta exteriorizar su gran sensibilidad. Aun así, venció su miedo escénico para cantarles las verdades a los líderes mundiales. Lo hizo en la Cumbre Climática de la ONU en Katowice (Polonia) en 2018 y en Nueva York en 2019, así como en el Foro Económico en Davos (Suiza) el mismo año. 
Ingmar Rentzhog, un experto en relaciones públicas, la capta en la protesta señalada y la sube a su página de Facebook que la catapulta a la fama. Es él quien crea la plataforma We dont´t have time, cuya misión es promocionar las ideas de ecología y ganar dinero, y utiliza el nombre de la activista, pero ella niega su vinculación con esa plataforma y rechaza la parte del dinero que según esa entidad le correspondía. 
De la misma manera como Rentzhog trató de utilizarla, los grandes medios de comunicación que, son los instrumentos de los grupos económicos para alienar a las masas e inducirlas al consumismo y saturarlas de verdades a medias, que resultan peores que las calumnias, no cejarán hasta silenciar o hacer caer en el desprestigio a esta joven que se ha permitido el lujo de deslucir en su propio medio a más de un  potentado. No le van a perdonan su osadía.
Un ejemplo de lo anterior es lo siguiente: Destacan algunos de esos medios de comunicación que, la joven que no viaja en avión porque usa combustible fósil, no compra ropa elaborada por las multinacionales para no patrocinar el consumismo, pero termina cruzando el Atlántico en el yate Malizia II, que se llamaba Edmond Rothschild y cuya construcción fue ordenada por Benjamín Rothschild y, que calculan que las dos semanas del viaje entre EE UU y Europa, habría costado un mínimo de 40 mil euros. 

   
No hay que olvidar que el Grupo Rothshild, es una multinacional británica de banca de inversión fundada en 1911, que según algunos analistas es uno de los grupos más ricos del planeta y uno de los socios principales de la Reserva Federal de los EEUU. Por eso no sorprenden preguntas como: ¿Quién está detrás de Greta Thunberg? O afirmaciones tendenciosas como: El lucrativo negocio detrás de la activista Greta Thunberg, o: Greta Thunberg es un negocio para las empresas de eco energía.
Es fácil entender que, algún mercenario al servicio de estos multimillonarios grupos, disfrazado de admirador de la actividad de la chica, se le hubiera acercado ofreciéndole transportarla vía marítima; ella acepta y luego los ejércitos de “periodistas” que viven de divulgar las verdades a medias que sus patrones les ordenan, decidieron festejar la consumación de la trampa, aprovechando  en este caso a una niña con un propósito claro por el cual lucha, pero sin la malicia para evadir a estos monstruos.
Y hablar de monstruosidad es pertinente, porque no de otra manera puede calificarse la actitud de uno de esos mercenarios de la información que, para descalificar a la activista, trata de ridiculizarla por “el rictus eternamente enfadado”, ocultando que es uno de los síntomas de la enfermedad arriba señalada. Y agrega a su diatriba que esa “pequeña eco-mini (Ni estudia, Ni trabaja)”, sin mencionar --algo que conoce bien-- que esa chica cuando a los once años se enteró de la situación del planeta, se deprimió tanto que dejó de comer encerrada en su casa, porque “no tenía sentido ir a la escuela si no había futuro”.  Y si no es trabajo defender el planeta en que vivimos, tampoco lo es ser mercenario al servicio de los grandes medios de comunicación. 
Ese mismo “periodista” llegó a decir que la protesta de Greta ante el parlamento sueco, fue pactada con el publicista Rentzhog, siendo que como quedó demostrado, esa “eco-mini” rechazó el dinero que según el publicista le correspondía; valdría la pena imaginar si el “periodista” hubiera hecho lo mismo.
Si seguimos criticando a esta ecologista y no atendiendo la raíz de la crisis, -- dice El Espectador en su editorial del 27 de septiembre del 2019 -- aquella pregunta que formuló, cuando dijo: “Todo está mal. Yo no debería estar aquí arriba. Debería estar en la escuela, al otro lado del océano. Sin embargo, ¿ustedes vienen a nosotros los jóvenes, en busca de esperanza? ¿Cómo se atreven?” seguirá siendo válida. Concluye el diario colombiano.
Svante Thunberg, padre de Greta, no apoyó la idea de su hija de dejar la escuela para iniciar su huelga climática que la hizo famosa. Ahora reconoce que su hija está más feliz desde que se convirtió en activista; antes de esa etapa, por tres años luchó contra la depresión, incluso dejó de ir a la escuela, hablar y comer. Fue cuando le diagnosticaron el asperger. En el presente, al padre solo le preocupan las falsas noticias producto del odio y la envidia.
Ya entre los grandes emporios de la comunicación hay quienes entendieron que su campaña de desprestigio a ese símbolo del ecologismo había fracasado y decidieron sumarse a su causa. El haber sido seleccionada como Personaje del año 2019 por la Revista Time, que la destaca, además, por ser la más joven de los 93 distinguidos con ese pergamino en la historia de la publicación, es una muestra de ello.



La Ñapa


La dignidad en Celia se pudre.
De las muchas historias que narra Héctor Rojas Herazo para formar la polifonía que constituyen sus novelas, he presentado en este blog una de odio y una de nostalgia; pero hay una donde el autor resalta la necesidad de fortalecer la dignidad para sobrellevar una crisis. Se refería a la desatada por la Guerra de los mil días, que exigía tanta dignidad y decoro, como lo exige la crisis que hoy enfrentamos desatada por el coronavirus.
Señala que esa situación la padecían, pero la alcanzaban a sobrellevar con una dignidad que jamás fue fingida, “pues los pájaros insistían en trinar en sus jaulas. Y la doncella emperifollada, la que cincuenta y tres años después, en un retrato de marco ovalado, seguiría en el ensueño de ese mismo estío, contemplando a sus nietos con los mismos ojos que atendieron el suspiro o el llamado de un delirante, colocaba ahora trocitos de banano o puñaditos de alpiste para alimentar a los mirlos. Y el ruido de su traje sobre las baldosas, un poco después, todavía con los dedos húmedos, goteantes, era idéntico al de las alas en sus jaulas, mientras iba de un lado a otro—hacendosa, contribuyendo al reposo y al deleite de la posesión del conseguido y tan amado equilibrio—recomponiendo en la pared un cuadro impulsado por galantes remeros o puliendo con un trapo la linfa de un espejo o sentándose con el tambor de bordar sobre sus rodillas. Y en el día se oían voces tranquilas, susurros y sonidos tranquilos, demostrativos de que todo estaba bien en la casa, en el pueblo, en la nación, en la tierra” P.448.   

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