Edward Snowden.

“El mundo moderno, plagado de odios y populismos fomentados por algoritmos poco transparentes, así como la recolección indiscriminada de datos, son el resultado que el analista de seguridad quería que evitáramos.” Así destaca el diario el Espectador en su editorial del cinco de septiembre del 2020, titulado Edward Snowden tenía razón, la muestra de integridad moral de este norteamericano, nacido en junio de 1983, exempleado de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), que en el 2013 advirtió al mundo sobre la erosión de nuestras libertades digitales y del derecho a la privacidad.

Ese chico loco por los ordenadores, luego de los atentados del 11 de septiembre del 2001 se llenó de patriotismo y, con el ánimo de vengar lo que consideró una agresión a su país, se vinculó a los organismos del Estado donde trabajó con todo el entusiasmo que su capacidad de experto en digitalización y su juventud le permitían. Pero con el tiempo, a medida que profundizaba en la labor de espionaje global para su gobierno y empresas con vínculos oficiales, empezó a dudar que fuera correcto. Ser testigo del abuso del poder que otorga a los gobiernos la información recabada furtivamente, tocó su conciencia en su fibra más sensible; entonces explotó. 


El Departamento de Justicia de USA, calificó la revelación como “un asunto criminal” y se dispuso apresarlo para castigar ejemplarmente su osadía. Snowden tuvo que huir y terminó recibiendo un asilo temporal en Rusia hasta el 2014, cuando le concedieron un permiso provisional de residencia. 

Tanto la administración de Barack Obama, como la de la Donald Trump, así mismo los oficiales de la NSA, el Pentágono y la Casa Blanca, mintieron para restarle credibilidad a la información, hasta cuando no les quedó más recurso que atacar a Snowden para desacreditarlo y declararlo oficialmente traidor a la patria.

“Pero no es un traidor quien, al observar crímenes de Estado, decide prender las alarmas y exigir que se respete la Constitución”, agrega el diario colombiano que acepta que sí   hubo violación de secretos confidenciales, pero, para justificar el hecho recurre a uno de los principios rectores del diario Washington Post, de que “la democracia muere en la oscuridad”, para concluir diciendo: “Los agentes oficiales no deben temer a que el público los vigile. Lo que hizo Snowden fue traer a la luz pública hechos gravísimos.”

El siete de septiembre de 2020, la Corte de Apelaciones del Noveno Circuito de Estados Unidos declaró ilegal el programa de vigilancia que ese país adelantaba en colaboración con otros países aliados, y que fue denunciada por Snowden. Las víctimas de esta red de espionaje podían llegar a miles de millones alrededor del mundo. Se estaba cumpliendo uno de los temores expresados por George Orwel en 1949, en su distópica novela 1984, donde nos habla de ese poder invisible y omnipresente del Gran Hermano, capaz de condicionar las decisiones de los individuos para que actúen como marionetas.

Pero mucho antes de que apareciera este fallo ya el Departamento de Estado le había declarado la guerra y él sabe lo que eso significa. Tiene solicitud de asilo político en por lo menos 21 Estados, especialmente europeos, pero que tienen vínculos económicos, políticos y militares con Estados Unidos, por lo que difícilmente le tramitarán su solicitud. 

Ante la inminente publicación de Vigilancia permanente, la autobiografía de Snowden, el diario El País de España le hizo una entrevista que publicó el 14 de septiembre del 2019 con el llamativo título: Edward Snowden: “Creo que los gobiernos europeos me tienen miedo. En ella manifestó: “Conozco bien el juego: siempre que estábamos a punto de que un país nos concediese asilo político, sonaba el teléfono. Eran el entonces secretario de Estado, John Kerry, o el vicepresidente Joe Biden, para decirle al ministro de Exteriores del país en cuestión que lo entendían que estaban en su derecho de actuar según la legalidad y yo en el mio de solicitar asilo en virtud de la declaración Universal de los Derechos Humanos. Que lo entendían, pero les daba igual, porque se trataba de un asunto de importancia política para Estados Unidos, y que si me acogían tendría consecuencias”.

El primer país donde solicitó asilo fue Ecuador, país al que el gobierno estadounidense amenazó con cancelar las ventajas aduaneras que hay entre los dos países si le concedía el asilo solicitado, lo que suponía pérdidas por millones de dólares para los agricultores. Eso le favoreció, porque de haber sido asilado por ese país es probable que estuviera corriendo la misma suerte de Julián Assange, a quien, en cuanto llegó al poder Lenin Moreno, le fue revocado el asilo en la embajada de ese país en la ciudad de Londres, y apresado por el gobierno británico sobre la base de una orden de captura con fines de extradición de Estados Unidos. De cumplirse la extradición podría verse condenado a prisión hasta por 175 años.

La historia de Assange es tan dramática como la de Snowden, que en su momento la estaré compartiendo con ustedes. 

La ñapa. 

Una crónica de la Guerra de los mil días contada en Celia se pudre de Héctor Rojas Herazo:

Inírida Gandívez. 

El autor nos cuenta que las mujeres de Cedrón, que hasta antes de la guerra tenían unas manos prodigiosas para los oficios domésticos, ante la nueva situación enfocaron sus habilidades “en restañar sudores de moribundos, en coser heridas, en tajar tumefacciones. Hasta más expertas que muchos cirujanos se volvieron” 

Pero ninguna como Inírida Gandívez, a quien describe como “la altiva matrona venida de Mompox hacía ocho años, la que jamás visitó a nadie en el pueblo. La que tenía un andar en que se unían la reverenciable densidad de una abadesa a la distante coquetería (y aun el aristocrático impudor y la agazapada depravación) de una barragana ducal.”

Antes de llegar al salón de la escuela pública, habilitado como hospital, donde prestaba sus servicios desde las siete de la mañana, ya había en el ambiente algo que anunciaba su llegada, no era el olor de los capullos de cedro, ni la brisa mañanera, ni quejidos o toses, “sino el urgente aroma de su respirable y ya conturbadora cercanía”. Pero ella sabía mantener esa distancia de las hembras que han sido elegidas para seguir siendo depositarias de un antiguo y destructivo secreto. Por eso no tenía amigos, sino vasallos que vigilaban su victoriosa sevicia.

Se rumoraba que era virgen, y quien aparecía como su esposo era una bestia postrada que algunas noches, cuando el alcohol lo envalentonaba, “suplicante pero siempre desdeñado, daba unos golpecitos primero y luego puñetazos y desesperados puntapiés en la puerta de su dormitorio. Sabiéndose únicamente destinada a la inmolación de sus propios deseos, se complacía en hacer vagar el ansia (la fiebre de una carne refinada en abstención) por unos ojos de parpados afelpados. Sus labios, sus manos, la prestancia toda de su porte, quedaban únicamente ocupados en reprimir a la loba que, por turnos, acechaba en cada uno de esos atributos y que, finalmente, parecía quedar protegida de toda sumisión o de cualquier asalto entre los bastiones de sus miriñaques de seda”. p.p .448-450.


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