Diosa coronada.
Cuando Leandro Díaz llega a vivir a la casa de uno de sus tíos en Tocaimo, el 15 de junio de 1949, en las afueras de la población había una finca muy bien acondicionada, allí vivía la familia de Josefa Guerra que era de San Diego, a donde iban con frecuencia, pero la actividad económica estaba centrada en las fincas de Tocaimo, por eso vivían en una de ellas. En ese entonces Josefa tenía 15 años y, cuando recuerda esa época, dice: “El rio era el centro de todo, el sitio de encuentro de la muchachera; allá hacíamos sancochitos y Leandro nos cantaba”. La belleza de Josefa era motivo de envidia de las otras chicas y de admiración de los varones, y Leandro no podía ser la excepción. En más de una oportunidad fue a la finca a visitarla, en ese espacio los jardines florecidos llenos de fragancias que ella le iba describiendo, avivaron la imaginación del visitante, a quien le habían dicho que el cuerpo de esa chica era escultural, lo que hizo florecer el segundo verso de ...