CATARATAS DE IGUAZÚ
Argentina.1.
Hablar de Argentina es adentrarse a un país que, en sus 2.780.400 kilómetros cuadrados tiene: altas montañas, glaciales, pampas, viñedos… lo que significa cualquier cantidad de destinos turísticos para todos los gustos y presupuestos. En el caso nuestro, el interés estaba centrado en las cataratas de Iguazú, una de las siete maravillas naturales del mundo. Al estar ubicados en la capital del país, Buenos Aires, el paso a seguir para cumplir nuestra meta, es trasladarse a Puerto Iguazú en la provincia de Misiones, a 1057 kilómetros al norte en el límite con Brasil y Paraguay.
Para situarnos en esta triple frontera, es necesario que viajemos mentalmente al sitio. Lo primero que observamos es que el rio Paraná corre de norte a sur, sirviendo de límite entre Paraguay, que queda al occidente y Brasil y Argentina, al oriente. Y el rio Iguazú, corre de oriente a occidente, para descargar sus aguas en el rio Paraná, sirviendo de límite entre Brasil, ubicado al norte y Argentina al sur. Así, que la intercepción de estos dos ríos forma esa triple frontera. En el vértice del lado argentino, está localizado Puerto Iguazú, que tiene al rio Iguazú al norte y al Paraná al occidente.
Esta agradable, pintoresca y próspera población, de 30.000 habitantes censados como residentes; pero con una alta población flotante, ya que sirve de epicentro para las actividades turísticas de la zona y al comercio internacional, por estar unida a la ciudad brasilera de Foz do Iguazú, por el puente internacional, “Tancredo Neves” y de allí; con la Ciudad del Este, en Paraguay.
Cataratas de Iguazú.
Las Cataratas de del rio Iguazú son un complejo compuesto por 275 saltos que abarcan una extensión de 2.700 metros, de los cuales el 80% está en Argentina, y el otro 20% en Brasil. En ambos países, la zona de influencia de estas cataratas está dentro de parques Nacionales, que hacen parte de unas áreas protegidas, que entre los dos países suman 2.400 Kilómetros cuadrados.
Del casco urbano de Puerto Iguazú, hasta la entrada al Parque Nacional Iguazú, son 17 kilómetros. Una vez que se ha entrado hay que seleccionar el atractivo; porque aparte de observar las cataratas, hay otros que pueden estar relacionados con la biología, la botánica, la historia, o la investigación en los diversos aspectos de la cultura de los guaraníes, de los cuales hay diversos museos con amplia y rica documentación.
Si el interés son las cataratas, hay que dirigirse a la estación de un tren eléctrico, que hace un recorrido, cuya primera parada es: “Estación Cataratas”. Por lo general, se empieza allí el recorrido. Nosotros seguimos hasta la segunda estación: “Garganta del diablo”, que queda en la parte más alta y es la estación terminal, desde donde sale un sendero que empalma con una pasarela de 1.100 metros, que serpentea entre islas y cascadas menores hasta llegar a unos amplios balcones a solo 50 metros de la más impresionante de las cataratas, que cae en forma de herradura, con una con una separación entre sus vértices de 150 metros, que es la anchura de la catarata. La distancia de la curvatura son 700 metros, que son el largo, y 80 metros de altura hasta el sitio de caída. Ese raudal de agua cayendo a esa profundidad para chocarse con las piedras, produce un sonido ensordecedor y un vapor de agua que en forma de niebla que se observa desde varios kilómetros. Es un espectáculo imponente.
De regreso, nos quedamos en la “Estación cataratas”. De ésta, parte un sendero de aproximadamente 200 metros hasta una subestación, donde el visitante puede elegir el sendero superior o el inferior. Desde el superior, siguiendo por senderos y pasarelas desde donde se pueden apreciar una serie de cascadas como el “Salto de las dos hermanas”, que sin tener la imponencia de la “Garganta del diablo” tiene una caída de 70 metros.
Hay otras cataratas, que ofrecen una variedad de anchuras, alturas, colores de las piedras y de las aguas. Se aprecian igualmente, chorros pequeños, que al concentrarse se van convirtiendo en manantiales o pequeñas represas que luego se precipitan, lográndose ver desde esa altura los vapores que se forman al estrellarse contra las piedras.
El sendero inferior desciende numerosas escalinatas hacia el rio, algunas talladas en la misma piedra, pasando varios saltos de diferentes características, y al final del recorrido se encuentra el “Salto Bossetti”. El vapor de agua producido por el choque contra las piedras produce una tenue pero incesante llovizna. Estas diferencias de nivel ofrecen la oportunidad de ver las mismas cataratas, pero desde ópticas diferentes, y otras que sólo se pueden apreciar desde esta perspectiva.
Hay otros senderos para observar, tanto la flora; donde se encuentran plantas clasificadas en todos sus detalles. Es tanta la variedad y profusión de especies endémicas, que hubieran sorprendido al mismo Humboldt. Hay igualmente senderos para apreciar la fauna. La variedad de simios en estado natural, que miran con tal curiosidad a los humanos que, de vivir esa experiencia, el sorprendido sería Darwin.
Para observar algunas de estas mismas cataratas, especialmente la “Garganta del diablo”, pero del lado brasilero, hay que partir de Puerto Iguazú, pasar los controles protocolarios que se exige en el paso de un país a otro. Cumplidos tales protocolos, se llega a la municipalidad de Foz do Iguazú, en el Estado brasilero de Paraná. La distancia desde el casco urbano de Puerto Iguazú hasta la estación central administrativa del Parque Iguazú brasilero, es de 6 kmts.
De la entrada al complejo, el visitante es transportado en autobuses de dos pisos cuyo destino es la Estación de llegada y partida, ubicada a unos 400 metros de la entrada a los puntos de observación de las cataratas. Cuando es necesario, antes de llegar a la estación, los autobuses hacen una parada previa, en el punto de entrada a un embarcadero de una empresa privada que ofrece paseos náuticos en embarcaciones de lujo que llegan casi a donde cae el agua de las cataratas.
Al llegar a la estación, el paso siguiente es dirigirse a la entrada de los puntos de observación de las cataratas; que consta de una pasarela, construida en concreto armado incrustado en la roca sólida de la montaña que queda al frente y a una altura similar de la del lado argentino, desde la cual se precipita la catarata “Garganta del Diablo”.
De esta pasarela que mide cerca de 800 metros, a unos 100 metros antes de llegar al final del sendero- una especie de fortaleza con faro y puntos de observación panorámicos- hay una desviación, que empieza a bajar, convirtiéndose en un puente sostenido por vigas sembradas en la cuesta de la montaña; llegando hasta un punto de alrededor de 50 metros más bajo de la pasarela de la cual se desvió. El recorrido de la desviación es de 1.000 metros aproximadamente, terminando en un círculo, que es un punto de observación de la catarata más imponente. Allí, el revote del agua forma una nube de rocío tan intensa, que moja a los visitantes, y cuando el sol penetra ese vapor de agua forma unos arcos iris de ensueño.
Quien ya hizo el recorrido, regresa por ese mismo puente-sendero a la pasarela incrustada en la montaña, y recorrer los 100 metros faltantes para llegar a la fortaleza, donde hay restaurantes, almacenes, así como el faro mencionado, que también está a disposición de quienes quieran tener una visión panorámica del complejo; y hasta de otros territorios más alejados de Brasil, de Argentina y hasta del Paraguay.
La fortaleza que sirve punto de llegada para el visitante, está tres pisos por debajo del nivel del resto del parque, por lo que se sube, utilizando los elevadores dispuestos para tal fin. Una vez que se sale del espacio de observación de las cataratas, el visitante se dirige a la misma estación a donde llegó para abordar los autobuses que lo conducirán de regreso a la entrada principal del parque.
La Ñapa.
La nostalgia en Celia se pudre.
Destacaba en el blog del mes de noviembre, como en las historias narradas por Héctor Rojas Herazo en su tercera novela, se ponían de manifiesto situaciones de la vida cotidiana, que pueden ser: de odio como en el caso comentado. Pero en otras son de ternura de desesperanza, de fatalismo… donde la sensibilidad y destreza de este artista, nos las hace evidentes. Hoy se trata de la nostalgia, que a todos en algún momento nos ha golpeado.
“La playa toda parecía de tiza, sin nada encima, pura tiza. Por eso me entraron ganas, unas ganas feroces, de correr y gritar que yo estaba allí, que había regresado, mientras, acezando, me fundía cada vez más a aquel paisaje de tiza. (…) Aspiraba, con furia triste, aquella carga de lejura, de cosas irredimibles, abandonadas entre la mezcla lechosa. Me atacaba una brisa viva, animal, con ojos y dientes y cola rematada en pelos. Súbitamente parecí entender. Me di cuenta que el pueblo ya no estaba allí. Se había ido, tal cual. Casi lo vi, lo vi de veras, en el instante preciso en que se había echado a andar, con sus calles, y sus techos de palma, y sus pescadores acostados en sus hamacas y sus mujeres en sus quehaceres, o pariendo, o haciendo el amor en sus camas de tijeras, chorreantes de sudor. Y sentí un vasto, un profundo olor a cuerpos frotados y heridos con las espadas y los charcos de la noche y el humo de leña perfumado, santificando los excrementos en el patio. Eran el olor y el sabor del pueblo que seguían allí, que habían regresado, porque yo estaba allí oliendo mi memoria” p 105
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