De turismo por Colombia. El desierto de La tatacoa.

 

Uno de los destinos turísticos que debe estar en la lista de los viajeros colombianos y extranjeros es el desierto de la Tatacoa, ubicado a 5 kilómetros del municipio de Villavieja --población apacible, de gente amable,  que conserva todavía la costumbre de reunirse en un parque bien arborizado, alrededor del cual está la iglesia, la alcaldía y el museo arqueológico--, ubicada a a 37 km de Neiva, capital del departamento del Huila, que a su vez está a 302 km de Bogotá y a 578 de Medellín; recorrido que se hace en 6  horas desde Bogotá y 9 desde Medellín  en buses de lujo. Y por supuesto está la opción aérea. 

Cuando se habla del departamento del Huila, inmediatamente surge en la mente del viajero El Parque Arqueológico de San Agustín, que es el más importante de Colombia; pero “Huila, un paraíso para descubrir”, como lo resalta uno de sus folletos promocionales,  tiene mucho más que mostrar, por ejemplo, este desierto que ofrece al turista una amplia gama de atracciones. 

Para llegar al desierto hay una carretera terciaria en aceptables condiciones desde el casco urbano de Villavieja, que se puede recorrer en vehículos que ofrecen el servicio de transporte y guía, siendo los más usados los motocarros para 3 pasajeros.

Donde empieza el desierto se encuentra el Observatorio Astronómico, que es uno de sus atractivos. A propósito, no hay que olvidar  la estratégica ubicación de esta zona, a tres grados de latitud Norte del ecuador terrestre, lo que permite observar tanto las constelaciones del hemisferio norte, como las del sur; su poca contaminación lumínica y la baja humedad de la atmosfera que  permiten cielos claros,  propicios para la observación astronómica.

Los visitantes cuyo interés es la geología o la paleontología,  encuentran en este lugar un gran laboratorio para explorar aspectos de sus áreas del conocimiento, ya que en las paredes de algunos cañones se pueden observar con claridad las distintas capas o estratos que han ido formando los suelos de este territorio a través del tiempo: Desde la arena marina, con vestigios de conchas de animales que vivieron en ese medio, pasando por estratos que señalan las erupciones volcánicas, hasta los sedimentos que demuestran las inundaciones o avalanchas.  

Entre los vestigios de otras épocas cabe destacar que así como se han encontrado  caparazones de tortuga marinas gigantes, que reposan en el museo paleontológico de Villavieja, también pueden apreciarse en ese museo troncos petrificados de árboles gigantes, fósiles de crocodylia, una especie de caimán gigantesco; de  perezosos tipo mastodonte… y otros, que demuestran que allí existió un valle espeso, húmedo y pantanoso que se podría comparar con la selva amazónica de hoy.   

El desierto, con una extensión de 330 Km. cuadrados de vegetación seca tropical espinosa,  presenta una  singular belleza paisajística, donde la erosión ha formado  las más curiosas figuras:  montículos de diversas formas, y tupeyes que se caracterizan por presentar una coloración definida: rojiza y anaranjada, causada por altos contenidos de oxido en el suelo en una parte del desierto y  otra de coloración gris, por la presencia de cenizas volcánicas y minerales como el manganeso y zinc, razón por lo cual los nativos, para ubicarse, hablan del desierto rojo y el desierto gris.  

Por las figuras señaladas, la imaginación popular ha bautizado  sectores del desierto con nombres como: Estoraque, o testigo de suelo más representativo,  que es una geoformación que parece la torre de observación de una fortaleza medioeval, con una altura aproximada de11 metros, con una base  de 10 por 6 metros y una  cúspide de alrededor de 2 por 1.5 metros, lo que evidencia el nivel del suelo de la zona, antes que  la  erosión causara  la depresión y que hasta ahora ha respetado. 

Lo más interesante de este testigo es que en su parte superior conserva la capa vegetal, con arbustos similares a otras partes altas del desierto.

Otros sectores destacados son unas formaciones curiosas que la imaginación popular ha denominado como: Los alteres fantasmagóricos o el valle de los fantasmas, el valle  de los deseos, el monumento a la virilidad, los hoyos, el laberinto… La ventana o zoológico de arena es uno de los sitios más altos, donde hay una visión de 360 grados que le permiten al turista observar a lo lejos figuras que asocia con diferentes animales. Hay asimismo otros sitios  como: El Cardón, así llamado por la  presencia de este tipo de cactus que  llegan a medir hasta 3 metros de alto. 

Una atracción especial que recomiendan los guías es el árbol de los deseos. Se trata de un olivo que mantiene siempre el follaje, bajo el cual los lugareños que pastoreaban las cabras encontraban siempre amparo  y empezaron a atribuirle el poder hacer realidad los deseos de quienes se lo pidieran. Lo curioso es que cuando se percataron  de que la erosión estaba dejando al descubierto sus raíces, empezaron a hacerle una protección de madera para evitar que se cayera este “santuario”,  pero cada día hay que ampliar hacia abajo el improvisado muro,  que ya alcanza casi un metro. 

Otros de los lugares donde se observa un flujo de turistas, son los paraderos donde  se han construido restaurantes, posadas,  hoteles o zonas de campin, como el del Cuzco y el de la Piscina, sitios donde el senderista puede descansar e hidratarse, pues no puede olvidarse que en algunos sectores y momentos, en este desierto la temperatura puede llegar a los 43 grados.

La ñapa.

Los bailes de antaño en Celia se pudre de Héctor Rojas Herazo.

La memoria prodigiosa de Héctor Rojas Herazo hizo posible que los recuerdos, tanto de sus vivencias como de lo que escuchaba de sus mayores, quedaran registrados para inmortalizarlos en sus obras. Un ejemplo es la narración que hace una dama sobre los bailes de su juventud y que el autor reproduce en la novela, así: “Qué te cuento de bonitos aquellos bailes, en el sesenta y cinco o sesenta y ocho, no me acuerdo bien. Hasta los músicos parecían galanes. Todos airosos, botonudos, con trajes de paño. Ahora, con estos linos y driles, no se entalla la gente. Se aflojan; y cuando bailan es como si lo hicieran entre bolsas. Con decirte que ni atención le pongo a la cosa. El paño, por el contrario, arma a los hombres, les da maneras. Te pongo de ejemplo al general Uparela. El vestido, cuando él lo lucia, no parecía vestido sino piel. Como si hubiera nacido y crecido y adquirido maneras con él, así de bien le sentaba.” (p. 338)


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