Lo grotesco para Olga Arbeláez.
Lo grotesco para Olga Arbeláez.
Más de un seguidor me ha expresado su sorpresa por la calificación de Estética de lo grotesco con que la profesora Olga Arbeláez identifica a la obra de Héctor Rojas Herazo. Cuando cae en mis manos ese ensayo, el título que a muchos sorprende, a mí me causó curiosidad, por eso me adentré en él. ¡Y qué sorpresa! Mi curiosidad fue retribuida, porque encontré en ese ensayo algo que estaba buscando y que describí en el blog anterior.
Coincidencialmente en esos días había leído alguna referencia sobre otra profesora. Ésta de Historia del arte en la Universidad de Missouri en Kansas City. Frances S Connely, quien en su obra Lo grotesco en el arte y la cultura, sitúa esta característica en la tradición del mundo occidental, ofreciendo un panorama de sus creaciones; que solo recientemente han empezado a interesar a historiadores y críticos. Destacando igualmente, que es una forma de ruptura con las convenciones culturales en todas sus manifestaciones.
Para aplicar este concepto a la obra de Rojas Herazo, la profesora Arbeláez se apoya en Wolfgang Kayser y su estudio The grotesque in art and literature, publicado en 1957. En donde el autor indica “…que el universo de lo grotesco es lo extraño, lo sorprendente y lo inexplicable; y que estos fenómenos surgen en el ámbito de un mundo alienado, absurdo y trágico”. Agregando, que a la mayoría de quienes lo perciben, les produce una sensación de horror y tristeza.
Como punto de referencia en el arte contemporáneo, Kayser tomó la obra de Kafka, de la misma manera que la ensayista que nos ocupa tomó la de Rojas Herazo.
Señala la profesora Arbeláez, que cuando se confronta al lector con un mundo que se está desintegrando, se le crea un sentimiento de inseguridad, repulsión y terror, puesto que le cuestiona su sentido de normalidad. Y los múltiples personajes de las novelas de Rojas Herazo, viven inmersos en una realidad fantasmagórica.
Se apoya igualmente, en otros clásicos, como Mijail Bajtín quien, en sus estudios sobre los carnavales, delinea un grotesco positivo, alegre e irreverente que va surgiendo de la parodia que hace el pueblo de las instituciones sociales durante los días de carnaval, cuyo elemento esencial es la risa, que libera la conciencia humana y da a la imaginación nuevas potencialidades.
Otros críticos, agrega, han logrado conciliar estas posturas: la de tristeza y terror de Kayser y la risueña e irreverente de Bajtin, al considerar que estas sensaciones no solo están presente en la estética de lo grotesco, sino en la misma vida, donde aparece la combinación de elementos atractivos y repulsivos, cómicos y trágicos, lúdicos y horripilantes.
Pero aclara la ensayista que, si bien se observa en la obra de Rojas Herazo, una constante tensión entre lo sagrado y lo profano, que enfrenta con un tono irreverente y contestatario, pero que no cabe en la categoría de lo cómico, sino en la de un profundo existencialismo. Otra dimensión a la que nos remite la ensayista, y que tocaré en su momento.
La aclaración del concepto grotesco, para satisfacer algunas inquietudes, me llevó a adentrarme en este tema. Ante esa realidad, tengo que aclarar que difiero en alguna medida de la posición de la profesora Arbeláez. Para ella, hay “aspectos de la esfera privada de los individuos que la sociedad ha regulado reduciéndolos al ámbito de lo innombrable y marginándolo al nivel de la baja cultura”.
Debo señalar que como quedó consignado en la entrega anterior, la profesora Arbeláez, reconoce que el escritor estudiado es capaz de captar en pocas palabras o imágenes el dolor de toda una vida, y que penetra como pocos, en la vida íntima de sus personajes.
Si de esos personajes, escudriña los más recónditos resquicios de sus mentes extraviadas, de sus sueños frustrados, de la angustia y sentimientos de culpa que los persigue, aun después de la muerte…, tenga que cambiar de tono cuando lo que deba describir, no sean aspectos del pensamiento, ni de actitudes o sentimientos ante un estímulo, o del entorno… sino de su cuerpo, porque la sociedad las considera innombrables. Sobre todo, cuando ya lo encasilló dentro de lo grotesco, que es una forma de ruptura con las convenciones culturales, como lo dejó consignado la profesora Connely.
Esa postura de la profesora Arbeláez me remite al medio donde nació y creció el artista ya casi centenario. En el primer blog hacía referencia a la poca información que teníamos de Rojas Herazo quienes llegábamos a la secundaria antes de que apareciera su primera novela, no obstante que ya a nivel nacional se le reconocía su trabajo creativo, dinamizado entre la poesía, la narrativa y la pintura. En los colegios, nada de eso se comentaba. Era un tabú.
Se decía en los corrillos, que su madre Blanca Herazo, orgullosa de los éxitos de su hijo, y aprovechando que la estaría visitando un par de días, lo convenció para fuera a conocer una casa que había adquirido. Allí la madre convocó a “la flor y nata de la sociedad toludeña” para que interactuara con su hijo. Cuando le preguntaron cómo le parecía la casa, dicen que exclamo con la voz de tenor que tenía: Me gustó el patio para una buena defecada.
Allí fue Troya, la comitiva salió despavorida haciendo cruces para espantar al “maligno” encarnado en el hijo de esa piadosa dama. Allí quedó representada la imagen de un irreverente, contestatario, que ha tenido que enfrentarse a una sociedad alienada e hipócrita.
Habría que decir que Rojas no fue profeta en Tolú, pero sí en Tuluá, donde Gustavo Álvarez Gardeazábal, a propósito de la segunda novela del escritor toludeño, escribió en Nueva Frontera, en 1976, un artículo titulado Un desagravio a Rojas Herazo, que Jorge García Usta en el prólogo de Celia se pudre cita, donde el vallecaucano destaca que sólo hasta entonces la realidad nacional se veía llevada a la novela en la forma diáfana como sólo ese escritor podía hacerlo, agregando: “Era la primera vez que el mundo íntimo de los personajes se unificaba al comportamiento externo y paisajista de que está inundada nuestra narrativa”
En ese mismo prólogo García Usta agrega: “El autorretrato que Rojas Herazo publica en la revista Lámpara alcanza a mostrar a qué clase de terrible país tenía que enfrentarse el artista colombiano moderno”.
La ñapa.
En un encuentro casual con una pareja de amigos, que terminó en una improvisada tertulia al calor de un tinto. Me hizo saber la contertulia, que el lunes 6 de agosto, apareció en algún diario de circulación nacional, la noticia de que Parques Nacionales Naturales de Colombia, había informado que dos nuevos senderos ecoturísticos en Caño Cristales, habían quedado habilitados desde ese fin de semana.
Me recordó igualmente, que alguna vez le mostré unas fotos de mi visita a ese destino turístico, y me dice que le prometí enviarle la crónica que acostumbro hacer a los sitios visitados; lo que no cumplí, agregando que éste espacio es el adecuado para cumplir lo prometido, a la vez que haría partícipe a los demás seguidores de mi interés por conocer nuestro país, y así haría un aporte en la promoción del turismo por nuestro país.
Su esposo agregó que, a raíz de esas crónicas, que han sido conocidas sólo por un limitado número de allegados, Él me había sugerido un espacio como éste, pero mi ignorancia de los procedimientos tecnológicos, me hizo correr. Ante su insistencia de que era algo sencillo, terminé por prometerle que lo pensaría, y cuando me decidiera le avisaría, pero que ya tenía el nombre: El Santiaguista viajero, pero todo se diluyó. Hasta cuando apareció un nuevo padrino que me abrió el camino.
Me sugirió que empezara por la del Amazonas, porque en su momento le llamó la atención el malestar que causó en algunos de mis allegados, elegir esa zona de Colombia, que consideraron peligrosa. Me recomendaron lugares que las agencias de turismo estaban promocionando en ese momento. Pero la decisión estaba tomada. ¡Y fuimos al Amazonas!
Como en este espacio se tratan los temas que interesen a ustedes, la Ñapa de octubre y noviembre serán: Caño Cristales y el Amazonas.
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