El aporte de Luz Mary Giraldo.

El aporte de Luz Mary Giraldo.
Haciendo honor a su nombre, esta profesora del programa de posgrado de la Pontificia Universidad Javeriana me iluminó   el  camino en el intento de acercarme a la comprensión de la novelística de Héctor Rojas Herazo. En la aproximación que hizo a la obra de ese personaje y que tituló La vida: Rencorosa majestad, empieza destacando, que hundirse en la obra de ese autor, “… es penetrar en el caótico laberinto de la experiencia vital cuya máxima expresión está en la metáfora del deterioro y en la afirmación de la ausencia del paraíso, testimonios del ser en el tiempo”.
Para esta ensayista el autor estudiado, sabe explorar el lado oscuro de las cosas, dotar de poesía los objetos y dar movimiento a las estructuras que, como la vida, no responden a lo unitario, sino a lo fragmentado. 
En sus obras, agrega, se asiste al encuentro con la soledad esencial del ser humano que experimenta la perdida de la inocencia, el derrumbe y la ruina. De allí que el  vacío se arraigue en  la condición humana errante y errática, aferrada a la tierra donde se vive la condena o se lucha por la  existencia. Y cuando ese humano se traslada a la ciudad, se evidencia la multiplicación del desarraigo, porque la encuentra como un laberinto  que le atrae y repele a la vez.
La galería de sus personajes; tensos entre la realidad y la locura: Habitantes de un mundo desgastado por el paso del tiempo y la ruindad de la vida, enfrentan el derrumbe y la muerte, mostrándolos en su contexto histórico y en su pasar  por la existencia. 
Qué bueno es poder capitalizar la experiencia. Ahora estoy recordando que, en la segunda entrega  a muchos seguidores, les llamó la atención en nombre del ensayo de Olga Arbeláez, La estética de lo grotesco. Hubo que dedicar el tercer blog  para clarificar algunos aspectos  de ese calificativo. En esta oportunidad me voy adelantar a los interrogantes sobre una parte del nombre: Rencorosa majestad. Digo una parte, porque es solo el predicado. Lo que se dice del sujeto; que en este caso es la vida, o la experiencia vital de que habla la profesora Giraldo en el párrafo inicial.
¿Dónde  había leído yo ese calificativo para la vida? porque me sonaba… Empecé a buscar en algún párrafo de los que me habían llamado la atención en Celia se pudre; y en las páginas 307 y 308 encontré  que  uno de sus tantos personajes, para quien en un baño turco, la atmósfera se le había tornado irrespirable, y necesitaba buscar el aire salvador,… pero los otros personajes lo atropellaban sin mirarlo. Él se bamboleaba al caminar como un navío, entonces recordó al Lura, un barco moribundo, “su cubierta y arboladura encostrados por la herrumbre y la sal, sus luces inexplicablemente encendidas, su rencorosa y altanera decrepitud, zafándose de la cadena del áncora y emprendiendo su viaje final”
No me cabe duda. Si para para el autor estudiado, la decrepitud  de un navío es calificada de rencorosa y altanera. A la vida de sus personajes,“que enfrentan el derrumbe y la muerte” se les puede aplicar la metáfora del viaje final de ese barco, y el nombre del ensayo, no podía ser más oportuno y rojasheraciano.
La ñapa.
Como lo prometido es deuda, aquí está la crónica de Caño Cristales.
Hablar de Caño Cristales es hacer referencia a un equilibrio ecológico milagrosamente logrado; y hasta ahora conservado, gracias al empuje tenaz de la Corporación para el Desarrollo Sostenible de la Macarena CORMACARENA, que ha concientizado a la población del municipio de La Macarena, de la mina de oro que significa el turismo ecológico, que para esa población se ha convertido en bonanza; pues un porcentaje significativo de sus habitantes ha encontrado en esa actividad su fuente de ingresos. 
Pero llegar a ese sitio no es fácil, lo cual ha logrado mantenerlo alejado del “turismo depredador y facilista” que pondría en peligro ese milagro de que hablaba en el párrafo anterior. De Villavicencio, capital del departamento del Meta, donde está ubicado el municipio, hay 260 kilómetros; pero no hay forma de llegar por tierra pues no hay carreteras. La única opción es la aérea.
Desde Villavicencio salen para ese lugar, avionetas de 5 puestos, que hacen el recorrido en una hora.  Otra opción, es llegar en un DC3 mixto; que es de carga pero está adecuado para transportar 17 pasajeros en unas improvisadas sillas de tubos de aluminio y lona, que se pliegan de un lado del fuselaje. Ese  bimotor hace el recorrido en 45 minutos. 
Al llegar, en  el aeropuerto, se encuentra la oficina de control migratorio, la sala de espera, una cafetería…Al frente, atravesando la que es la calle principal que conduce a la plaza, la iglesia, el comercio… están las bodegas.  Para llegar allí, tanto el equipaje como la carga, es transportada en  vehículos de tracción animal; pero eso no representa ninguna incomodidad para el pasajero, quien recibe rápidamente sus pertenecías, y para trasladarse al hotel seleccionado, utiliza los servicios de  unos motocarros que prestan un excelente servicio. 
Ya en el casco urbano del municipio, cualquier incomodidad para llegar, queda superada con creces, por lo acogedor de este pueblo de personas amables y hospitalarias.  Es un  pueblo nuevo; formado apenas en los años 50s del siglo pasado, por personas que huían de la violencia política que en esos años desangró a nuestro país. Sus calles son anchas, con bulevares  muy bien arborizados, con especies propias de la región; en la que confluyen tres ecosistemas estratégicos de nuestro país: Orinoquía, Amazonía y Andina, creando así un ecosistema único en el mundo; lleno de magia y color e infinidad de especies, descubiertas y por descubrir.
El parque está abierto al público desde el primero de junio a noviembre 30, que es cuando el periodo lluvioso proporciona el agua necesaria para el esplendor de la planta “Macarenia Clavijera“, que es la que aporta los colores y que es endémica del lugar, por eso se le bautizó con ese nombre que hace referencia a la serranía de la Macarena.
Ese espacio, que fue la primera Reserva Nacional de nuestro país, creada por ley de la República en 1948 y constituido en 1971, como Parque Natural que protege  los 6.200 km cuadrados de la Sierra de la Macarena y sus alrededores.
Para entrar a ese parque natural, CORMACARENA  exige una inducción en su sede de la población; donde haciendo uso de la tecnología al servicio de la educación,  pone de presente ante el visitante, la necesidad de proteger ese frágil equilibro, por lo que no se pueden introducir elementos que lo pongan en peligro: bloqueadores solares, repelentes, bolsas o botellas de plástico, por ejemplo.
Tampoco se permite fumar, para evitar incendios forestales, también se restringen  elementos de vidrio que tendrían el mismo efecto, y por supuesto, el consumo de alcohol. 
Se hace énfasis en que lo que se entre al parque, hay que sacarlo; y lo que se encuentre allá, dejarlo en su lugar. Así que los coleccionistas deben conformarse, con sus fotos y la inmensa satisfacción de haber realizado una caminata ecológica, y haber sido testigos de excepción, de los  paisajes de esta serranía, que es una reserva de la biosfera y santuario de flora fauna, que ojalá se preserve para las futuras generaciones.
Desde la cabecera municipal de La Macarena, para llegar al Parque, es necesario subir en lanchas de motor por el cauce del  rio Guayabero, alrededor de 20 minutos, luego andar otro periodo de tiempo similar en camionetas 4x4, desde el improvisado atracadero hasta la entrada del parque.
Allí  verifican que: el visitante lleve el brazalete, que lo acredita como tal  ante CORMACARENA, y que no ingrese al sitio, ninguno de los elementos prohibidos. Seguidamente hay un control del Ejército y la Policía, que revisan la documentación de nacionales y extranjeros, y ofrecen el servicio de ejercicios de calentamiento que consideren indispensables para los visitantes. 
 Allí, cada grupo con sus respectivos guías, siguen la ruta seleccionada según el grado de dificultad y el interés que se tenga: Puede ser geológico, ya que esta serranía es totalmente independiente del sistema montañoso de los Andes. Es una prolongación del Escudo Guayanés, del que hacen parte montañas de Venezuela, Brasil y Guyana, que son de las montañas más antiguas de la tierra; su formación data del Precámbrico. El interés de otros, puede ser la observación de la fauna o la flora  que son muy ricas y diversas. 
Pero nadie puede escapar del influjo de la magia de los colores que ofrece Caño Cristales, bautizado por muchos como el Rio de los Cinco Colores; el verde y el rojo lo aportan esas plantas acuáticas, que son endémicas del lugar, que solo crecen en el lecho rocoso, en agua limpia y muy oxigenada y de poca profundidad, nacen verde y se vuelven rojas. Cuando calienta el sol, dan un brillo espectacular.
En lugares donde hay alguna profundidad, se observa el azul intenso como reflejo del cielo. Hay sectores aislados donde se concentran areniscas mineralizadas que emiten un amarillo verdoso, y el negro se ve como reflejo de algunas rocas ígneas. 
Para personas cuyo interés sea sólo observar los maravillosos colores de esta corriente pluvial, en una o dos horas pueden estar llegando a sus puntos de observación, en donde encontrarán algunas playas, con las consabidas restricciones para disfrutar de un baño.
 Quienes eligen las caminatas de observación de la serranía, siguen una ruta que puede hacerse entre siete y ocho horas, y en ellas pueden apreciarse todo tipo accidentes morfológicos, como el efecto del agua y el viento en la degradación de rocas, dando formas a tupeyes con figuras espectaculares. 
Se puede apreciar asimismo, como la  flora varía ostensiblemente de un lugar a otro; donde la separación es de apenas pocos metros, por la influencia de los minerales en los suelos de la serranía.
También tendrán la oportunidad estos caminantes, de disfrutar de la majestuosidad de anchuras, estrechos, cascadas… que ofrece este caño multicolor, y que no están al alcance del primer grupo de visitantes.   




  





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