El odio en Celia se pudre.

El odio en  Celia se pudre.
Entre las muchas historias que aparecen en ésta, la  tercera novela de Héctor Rojas Herazo, hay una que me llamó poderosamente la atención porque hace explícit el malestar que causa la repetición de actitudes en algunas personas, que resultan fastidiosas a  quienes comparten con ellas un espacio. Esa situación es muy común en la vida cotidiana, pero que pasa desapercibida hasta cuando alguien con una percepción muy aguda la hace visible. Es el caso de este novelista que nos narra el caso que se presenta entre hermanas; en quienes ese malestar se va fermentando hasta convertirse en odio.  
Una de las primas de Celia, se queja en sus reflexiones de que están hundidas en una casa, que las tiene apretadas y restregadas. Apenas amanece,  siente un deseo de levantarse y salir a echarle los orines a las pringamozas que tratan de meterse a la casa, y volverla monte como hicieron con la casa de Celia. 
Necesita desesperadamente ponerse en pie  para encararse con Etilia, que es tan madrugadora como ella. Algunas veces cuando se levanta, ya la encuentra barriendo las hojas del guamacho. Nunca se saludan, porque están muy ocupadas consigo mismas, con su odio. Sara todavía no se ha levantado, siempre se ha hecho la más dormilona de las tres, aun cuando ella cree que es pura apariencia, … “quien no la conoce que la compre”. p 291.  
Ese odio, empieza a manifestarse en pujos, torceduras  de ojos, indirectas mientras se tracutea o se barre. Que llueva sobre mojado; sobre todo eso que llevan dentro apretadas, que todavía no son palabras, ni pensamientos; pero ya son recuerdos, situaciones que  “tendrán que salir, una por una y cada una a su tiempo, y hacer con nosotras lo que tengan que hacer. Ya casi, por lo que me toca, las siento un poco blanditas, casi a punto de salir. Pero ella barre que barre y me mira apenas de reojo, mismito que zorra viendo gallina. Ya siento, ya le veo la furia, esa furia que quiero y necesito, que me hace vivir”.
Pero ya están viejas, cansadas de esas paredes, de ese patio  y de esa situación que se ha prolongado más de la cuenta. Y mientras una saca agua del pozo, la otra barre que barre…la una golpea  el vaso de peltre contra el cántaro, con la furia que la sofoca y no la deja respirar,… como si estuviera haciendo gárgaras con sus propias entrañas. Pero el vaso contra el cántaro; le sonó bonito. La otra barre con furia, azotando al suelo para azotar a su hermana, y diciendo: “yo barriendo de cabrona esta basura revuelta con mierda de gallinas ajenas para que las demás, las flojas que nunca hacen nada, que ni siquiera mueven un dedo, puedan pasear muy conversonas y echándose fresco”. p 292.
Ese enfrentamiento, sirve para sacarse, por fin, ese infierno que cada una lleva dentro; que sale en palabras gordotas, llenas de sangre, como si dijeran: “Las paladeo. Les chupo todo su jugo, las trago con qué sed, no muy alta la voz cuando estamos en lo mejor, más bien suave, casi bajita, para no perdernos ni una sola gota de rabia, de almíbar. Nos odiamos qué amándonos, qué sabroso, qué rabia, queriéndonos.” p 293. 
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Otra historia de odio:
Oquendo, el indígena con rostro de pájaro, contratado para eliminar a ese odiado personaje, escuchaba. Ella, con una piel verdosa que se aferraba firmemente a los pómulos,  “el sobrante facial se despeñaba, de los maceteros  hacia el pecho, en una cascada de arrugas empolvadas”;   le explicaba todo, lo hacía pausadamente, masticando cada palabra, exprimiéndola antes de expulsarla, saboreándole a cada una su propio ácido.
“Usted no le dispara inmediatamente. Primero lo obligará a arrodillarse. Quiero que se arrodille y me pida perdón. Que lo haga lentamente, que yo pueda regodearme en su humillación, ¿me entiende? …Tendrá que oírme esta vez; tendrá que recordar todo lo que yo deseo que recuerde e incluso será nuestro cómplice en su propio sufrimiento”. p 297. 
Todo lo decía con un éxtasis tan hondo, con ese odio intransferible; porque sus llamas solo queman a los elegidos. Oquendo disparó… “Sintió primero la sacudida muscular, después el impacto y la detonación y, mucho después, vio el fogonazo iluminando la alegría de la mujer”. 
Pero el disparo fue más certero de lo esperado. Oquendo empezó a sentir y ver un rosario de cosas que se atropellaban en su mente, cuando lo saco de ese estado “el rijoso diapasón de la voz: Pero qué indio tan bruto. Lo ha matado sin dejármelo gozar”. p 301

La Ñapa.
AMAZONAS. Primera parte.
Lo primero que debo destacar de la experiencia del viaje al Amazonas, es la imagen negativa que el común de las personas que está a nuestro alrededor, tenían de ésta región del país en el momento en que decidimos viajar(año 2010), por lo que con la mejor intención del mundo trataron de disuadirnos, para que   cambiáramos ese “arriesgado viaje”, por  otro destino turístico fuera del país, de los muchos que los medios de comunicación promocionaban durante las 24 horas del día. 
Ante nuestra férrea decisión, vinieron entonces las recomendaciones que acogimos, agradeciendo sus buenas intenciones, pero nuestra determinación era firme; no obstante creer que para llegar a Leticia había que aceptar la tortura de una línea aérea subsidiaba por el Estado, que sometía a los pasajeros a esperas de muchas horas y hasta días.  
La sorpresa fue inmensa. Cuando nos enteramos de que había dos empresas aéreas internacionales que ofrecían un vuelo diario cada una desde Bogotá, y que ambos vuelos viajan con el cupo completo en la temporada baja, y en la alta había que conseguirlos con anticipación. Lo mismo ocurría con los hoteles que para todos los gustos y presupuestos, había en ese momento; y que hoy, gracias a que hay otra visión del turismo por Colombia, sigue habiendo en  Leticia.
Lo anterior me hizo recordar a Luis López de Mesa, quien siendo ministro de educación en el gobierno de Alfonso López Pumarejo en los años 30s del siglo XX, insistía en la necesidad de impulsar el conocimiento de nuestro país, con el argumento de que los colombianos a fuerza de desconocernos, terminábamos odiándonos. Y que eso explicaba en alguna medida la violencia que ha desangrado a este país a lo largo de su historia. 
Ya un siglo antes, en 1849 el presidente Tomas Cipriano de Mosquera ante la necesidad de conocer al país, creó una entidad que fue conocida como  la Comisión Corográfica, y para dirigirla encargó a Agustín Codazzi. Entre los colaboradores de Codazzi se encontraba Manuel Ancizar, a quien le correspondió viajar por las diferentes regiones de Colombia, haciendo crónicas sobre su geografía, sus grupos étnicos, qué y cómo producían… de esa experiencia nació la famosa obra: La peregrinación de Alpha.
No está  demás recordar que Alpha era su esposa; por lo que no es descabellado pensar que el intento de dar a conocer a nuestros allegados, las impresiones de los viajes que hemos realizado, y dado al entusiasmo con que Emma me acompaña, estas crónicas, sean una especie de Peregrinación de Emma
El viajero que va a Leticia desde Bogotá, en una moderna aeronave que gasta una hora 40 minutos de vuelo, encontrará que a los pocos minutos de haber despegado desaparecen las montañas y otros accidentes geográficos a los que está acostumbrado, para observar ese interminable verdor de la selva. 
Solo algunos árboles sobresalen de la espesura, que a la distancia parecen capullos de coliflor, que matizan el intenso verdor que sirve de marco al serpentear caprichoso de un gran número de ríos, que forman meandros, recodos, y cualquier cantidad de figuras, producto de los accidentes que la orografía les va presentando a esas corrientes.  
Para matizar el panorama; gran cantidad de lagunas salpica el paisaje. Y luego un gran rio: El Guaviare, y después un rio descomunal: El Amazonas, con una gran cantidad de islas y brazos,  pero cuando las islas están plegadas sobre alguna de sus orillas, entonces aparece la corriente principal con anchuras que da la impresión de estar observando un mar  interior.
Al llegar a Leticia, su  aeropuerto  Alfredo Vásquez Cobo, es el de una ciudad pequeña, sin las comodidades que podían encontrarse en las metrópolis. Hay que bajarse del avión en la pista, no hay salas de espera climatizadas…, pero sí el calor humano propio de una ciudad que vive en buena medida del turismo.  
Del terminal aéreo  se  entra  a la población por la avenida del el mismo nombre que el aeropuerto y que termina en el centro de la ciudad, corriendo en forma paralela al brazo del rio donde está el puerto fluvial.  
Ocurre igual con la avenida Internacional, que parte del aeropuerto de Tabatinga, la ciudad gemela de Leticia del lado de Brasil. También atraviesa la ciudad en el mismo sentido; armándose entre las dos avenidas el entramado de calles, casi todas pavimentadas y semaforizadas, para regular la inmensa cantidad de motos, motocarros que ofician como taxis, además de los automóviles particulares, y de los microbuses que circulan por las calles. 
Son pocas las calles de doble vía, la mayoría circula en un solo sentido, lo que ayuda a su organización. Es importante destacar que Leticia y Tabatinga son una sola ciudad que, del lado colombiano, se llama Leticia y del brasileño Tabatinga, sin demarcación definida. Hay casas que el frente es de un país y el patio del otro.
Al corazón de Leticia, el Parque Santander, ubicado al frente de la iglesia y de las principales oficinas gubernamentales, a partir de la cinco de la tarde, empiezan a llegar desde todas las direcciones, una cantidad inimaginable de loros, que con su consabida algarabía, anulan cualquier otro sonido. 
Es un espectáculo maravilloso, me atrevería a decir que, es uno de los mayores atractivos de esa ciudad, a la que llegamos a las 2.00 de tarde, y luego de ubicarnos en el hotel que previamente habíamos seleccionado y de  hacer un recorrido preliminar por la población, pudimos posicionarnos para ver como el cielo se oscurecía al paso de esas aves que luego, se posaron en el follaje del arborizado parque.    
Esta ciudad cuenta con excelentes servicios públicos, con un febril comercio que va desde las tiendas de computadores y celulares de última generación, pasando por las de motos, hasta de motores fuera de borda… Cuenta además con sucursales de todas las entidades bancarias, y como ya se dijo; con hoteles que tienen sus propias oficinas de promociones turísticas;  que ofrecen excursiones hacia la selva , hacia el rio, o a cualquiera de las múltiples islas que se han formado en ese inmenso delta, que pueden pertenecer a la jurisdicción de Colombia, de Brasil o de Perú.



Comentarios

  1. Gracias Pedro. Carlitos me reenvió sus textos. Los voy a imprimir.
    Cordial saludo.

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  2. He viajado con tu relato. Tiene un ritmo delicioso!

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