De Turismo Por Colombia

SAN AGUSTIN
En los últimos años, el turismo se ha convertido en una actividad frecuente en nuestro país, entre quienes tienen la posibilidad de procurarse un descanso en sus labores. Por lo que ya es común, que las agencias que se dedican a ese campo, ofrezcan no sólo playas; sino que en el abanico actual se incluyen: Paseos de observación de paisajes, de monumentos que la arqueología ha rescatado para mostrarlos como testimonio de la grandeza de culturas que han desaparecido, caminatas ecológicas, cabalgatas, entre otras.
San Agustín, Huila, es un claro ejemplo de lo dicho, y mucho más; porque nos pone en contacto con el conocimiento  del contexto precolombino, donde floreció una de las culturas de las más importantes de nuestro país, entre los siglos IV y XV  en el Alto Magdalena, en las estribaciones del Macizo colombiano, donde hoy se encuentra el municipio que lleva ese mismo nombre, ubicado  en el sur de ese departamento, a 1730 metros sobre el nivel del mar, con 20°C de temperatura, y que por su riqueza en sitios arqueológicos, fue  declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1995.
Esta hospitalaria población multiétnica, donde contrario a lo podía pensarse, la etnia que menos predomina es la indígena, destacándose los procedentes de otras regiones de Colombia y del exterior, que manejan gran parte de las actividades relacionadas con el turismo, que han conformado ese grupo humano diverso, dinámico y afable que brindan atención esmerada al visitante.
Quien primero llamó la atención nacional sobre esta riqueza, fue Francisco José de Caldas. Quien en el año 1808 publicó en el Semanario del Nuevo Reino de Granada, el resultado de una visita que hizo al lugar, y descubrió grandes monumentos de piedra dejados por los antiguos habitantes del lugar; de quienes se había perdido el recuerdo, aun antes de la llegada de los españoles. 
Resaltaba el sabio Caldas en su informe, que en una extensión de varios kilómetros cuadrados, se encontraban dispersas, gran cantidad de estatuas de piedra con representaciones antropomorfas y zoomorfas; como también monumentos santuarios, que habían sido cubiertos de tierra, formando montículos. No se sabe si hubo intención de los indígenas de enterrarlos, o si fue un proceso  espontaneo de la naturaleza.
Durante mucho tiempo esos santuarios fueron saqueados, hasta cuando el presidente Enrique Olaya Herrera en 1931, declaró Monumento Nacional las ruinas del Alto Magdalena y San Agustín. Prohibió la venta y exportación de objetos arqueológicos y facultó al gobierno para comprar los terrenos necesarios para  la creación de un parque nacional. Hecho que se materializo en 1935.
El resultado de la inquietud del sabio Caldas y de quienes como él se interesaron en el conocimiento y la preservación de las riquezas arqueológicas de esta zona, que culminaron con la intervención de la Presidencia de la República: fue el Parque Arqueológico de San Agustín, situado a 3 kilómetros al occidente del casco urbano, en el sitio donde estuvo el mayor santuario, con un área de 78 hectáreas. 
Se le conoce también como Parque Arqueológico de Mesitas.  Este nombre alude a las tumbas encontrados en ese sitio,  formados por  esculturas verticales,  con  inmensas lozas de piedras horizontales, como si formaran unas mesas. Las esculturas verticales son figuras de guerreros o chamanes, con máscaras que representan animales sagrados para ellos, en especial, leopardos; encargados de proteger las tumbas de espíritus malignos, o acompañar en el viaje al más allá, a los personajes sepultados, que debían ser de la más alta jerarquía en la comunidad.  
En la entrada al parque, que está ubicada en la parte más baja del complejo, están las oficinas y todo lo relacionado con administración y mantenimiento. Al igual que un Museo ricamente documentado, sobre todo lo que se puede encontrar en el lugar, y de quiénes han sido los arqueólogos que se han sacrificado para desentrañar los secretos ocultos en esas tumbas y piedras.
A medida que el visitante se adentra al parque por senderos empedrados,  va subiendo y encontrando  tumbas que han sido excavadas y reconstruidas. A la primera explanada a que se llega, se encuentran tumbas individuales, o familiares; pero se observa que quienes fueron sepultadas en ese sitio, eran personas sin mucho rango dentro de la comunidad. Hay pocos ataúdes de piedra, lo que indica que eran de madera, que el tiempo y la humedad hicieron desaparecer; quedando solo las osamentas y algunos elementos, como hachas, puntas de flechas, vasijas con algunas frutas o granos secos que lograron preservarse.  Ese sitio se conoce como Mesitas I.
La segunda explanada, Mesitas II, está poblada de tumbas, donde aparecen el mayor número de monumentos de los que hizo referencia, con estatuas talladas de tal manera que aparece la maestría de quienes las elaboraron en el esplendor de la plenitud de esta cultura.
En la tercera explanada, que es la cima de montaña; desde donde se logra observar un amplio panorama de varios kilómetros a la redonda, no hay monumentos. Allí fueron enterrados los niños; que por ser almas puras, no necesitaban protección  ni acompañamiento de guerreros ni  chamanes. Los nativos de la región que se han compenetrado con esta cultura, visitan a este sitio para purificarse, exorcizando las malas energías y absorbiendo el aura angelical de esas almas, que como efluvios emerge de este sitio sagrado.
En esta tercera explanada, hay una zona reservada a la observación y descanso. Desde allí, se puede bajar un poco hacia el sur, a la altura de la segunda explanada para encontrar el más importante sitio del Parque: La Fuente Ceremonial Lavapatas, que es un conjunto de placas talladas sobre el lecho de piedra, en la quebrada del mismo nombre. 
Los canales que llevan el agua hasta las tres piletas principales, forman siluetas de serpientes, lagartos, rostros y formas humanas. El agua en su paso forma saltos y remansos, impartiéndole al conjunto, una dinámica que evidencia un grado de ingeniería sorprendente. Es la más grandiosa obra escultórica de los agustinianos, que tenía sin duda, un uso ceremonial.  
Como quedó dicho; cuando llegaron los españoles, los nativos que encontraron, no   daban cuenta de los autores estas reliquias, por lo tanto, han sido los arqueólogos quienes han hecho la labor de unir las piezas e interpretar el modo de vida y el pensamiento de este grupo humano. La primera pregunta que debían resolver, tiene que ver con el abandono del lugar.   
El hecho de haberse encontrado varias esculturas sin terminar, ha sido tomado como una señal de que abandonaron el lugar precipitadamente. La  primera hipótesis sobre tal desplazamiento,  hace suponer  la invasión de otro pueblo guerrero más fuerte. La segunda, plantea la necesidad de huir de   la actividad volcánica de la región. Apoya esta segunda hipótesis, el que se hubieran encontrado sepulturas revestidas de ceniza volcánica. 
Lo cierto es que se desplazaron, posiblemente hacia Tierradentro. Uno de los argumentos de quienes así lo creen, es que la estatuaria de Tierradentro, muestra las mismas características de la agustiniana; pero de menor tamaño.  Eso indica, que hace parte de una etapa decadente de la de San Agustín. También apoya esta hipótesis, el haberse  encontrado en un sitio intermedio: Moscopan, unas esculturas monolíticas de las mismas características; lo que es  evidencia el tránsito de este grupo humano del actual municipio de San Agustín, en el Huila, hacia las tierras del Cauca.    
Aparte de la importancia arqueológica o histórica de que disfruta San Agustín.  Hay que adicionarle el   interés geográfico para el turista deseoso de admirar la belleza de las diversas regiones de Colombia. Así encontrará  senderos para caminatas ecológicas. Una de esas rutas, es el de La Chaquira, su nombre se debe a una planta gramínea que abundaba en ese lugar, ubicado a 2.5 kilómetros al norte del casco urbano, desde donde luego de caminar cerca de una hora con subidas y bajadas, se llega a un mirador espectacular, donde encontrará una roca con una figura de mujer labrada en la piedra viva. El mirador esta construido en madera con estructura metálica.  Desde ese lugar, se puede apreciar la magnitud del los cañones y las distintas fuentes de aguas que afloran en la montaña y se precipitan en cascadas, que luego se unen en cañadas que alimentan al río Magdalena, que desde allí, se ve como un hilito de agua allá en el fondo del cañón que le sirve de cause. 
Otro de los sitios de interés, es El Estrecho, ubicado a 11 kilómetros al norte de la población. Distancia que puede recorrerse a caballo, o en transporte público. Allí se puede apreciar el lugar más angosto del rio Magdalena; que pasa por unas lajas volcánicas, llegando a sólo dos metros de anchura. Desde ese sitio a su nacimiento, en la laguna de La Magdalena, hay solo 80 kilómetros que pueden recorrerse en tres días a caballo. 

La Ñapa
Rafael Uribe Uribe en Celia se pudre.
Los lectores de las novelas de Héctor Rojas Herazo saben de sobra, que la guerra de los mil días, marcó el punto de quiebre en la familia de sus abuelos.  Los desmanes y abusos de los militares contra esa familia, contribuyó a su decadencia. De allí que vieran en el general Rafael Uribe Uribe, máximo líder del liberalismo, la esperanza de su redención. 
En sus novelas, el autor muestra al caudillo liberal desde de las distintas ópticas de sus personajes. En esta oportunidad, desde la perspectiva del autor, siendo niño, y la de su hermana.  
Lo describen asi: Alto,  huesudo y triste. Con su mostacho sobre el pálido rostro, con una palidez persistente, a pesar de los muchos soles y lluvias, a pesar de los interminables galopes y el polvo. Erecto,  paseándose a grandes trancos, con esa tiesura pensativa, ese peso de las facciones sobre el rostro, ese temple de los músculos que imprimía a sus pasos una casi energúmena concentración… “Estaba en camisa y botas de montar, a pesar del descuido y el polvo, mantenía su primitiva elegancia. Cojeaba un poco el general, eso sí. Pero él sobrellevaba su cojera (aquella bala que le metieron siendo todavía un adolecente en Los Chancos, ¿te acuerdas que nos los contó el tío Eneas?) con cierto desdén, como si nada le hubiera pasado, como si aquello no debiera tenerse en cuenta. Y lograba ese efecto”  P. 335.   

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