El Carnaval De Las Artes 2020
El carnaval de las artes 2020.
Desde cuando nació este evento hace 14 años, en algunas ediciones anteriores, he asistido a los los conversatorios que sostienen los(as) artistas invitados con los (as) periodistas que les han seguido la pista en su trayectoria; de donde salen a relucir anécdotas que enriquecen el conocimiento que sobre ellos (as) se tenía, y que dicen más que sus mismas expresiones artísticas más representativas, y por supuesto que, como parte del menú deleitan al público con sus mayores éxitos. Así, pude adentrarme en algunos detalles de la trayectoria de cantantes como Johnny Ventura, Piero, Alberto Fernández, Tony Camargo; entre otros, en distintos momentos, pero en el mismo sitio: el inolvidable teatro Amira de la Rosa.
Ya en el Parque Cultural del Caribe, pude reencontrarme con el Alfredo Gutiérrez que recordaba de sus primeros tiempos; porque luego empecé a verlo sobre el escenario haciendo de humorista y payaso, llegué a pensar que era un recurso para mantenerse vigente, por haber perdido las condiciones que le llevaron a la fama. Pero después de la conversación que sostuvo con Juan Gossain en la edición del 2018, y la interpretación de algunos temas, me dejó saber que cuando quiere tocar con seriedad… ¡Lo hace de maravilla! Llegó a decir que se retiraba sólo cuando no fuera capaz de interpretar a La paloma guarumera en el tono en que lo hizo 50 años atrás. ¡Y de inmediato la interpretó para que no quedara duda! Como si fuera poco, tocó un tema de Alejo Duran como lo hacen los grupos y cantantes modernos, y a continuación, como lo hacía el gran maestro de maestros. Fue como para decirnos a quienes dudábamos de sus condiciones, lo equivocados que estábamos.
Este año, “ese sueño que alguna vez tuvo su director Heriberto Fiorillo”, como dice el Catálogo 2020, donde la Fundación la Cueva promociona el XIV Carnaval Internacional de las artes, que tiene como lema: La reflexión como espectáculo, fue otra cosa para mí. Cuando cae en mis manos esa revista, pude observar que había de todo y para todos, en distintas sedes: Cinemateca del Caribe, Alianza francesa, Fundación la Cueva y el Parque Cultural del Caribe, eso para adultos; porque los niños en El parque once de noviembre, el sábado 8 y el domingo 9, tenían su programación.
Gran parte de los géneros en que la humanidad puede expresar su creación artística, estaban representados. Pero como mi formación en ese campo es muy raquítica, me tocó seleccionar las expresiones con las cuales he tenido algún contacto: literatura y música popular; porque de la clásica, pocon pocon.
Así, de la programación para el jueves 6, seleccioné ir a La Cueva donde, en la tarde a las 4 se trataría La escritura como artesanía, tema que me llamó la atención porque pensé: Eso suena como a taller, y a quienes se nos da por escribir cosas esporádicamente sin ninguna formación para ello; los que somos escribidores artesanales, como aquel personaje de una las novelas de Mario Vargas Llosa; nos caerían muy bien las recomendaciones de los invitados que son escritores con formación académica y experiencia, como lo acreditan sus publicaciones.
Llegue un poco después de las 3:30 pm. La programación, debía haberse abierto a las 2.0 p.m. con la exposición en un edificio cercano, de las Miniesculturas de Linero, y a las 2:30, El cuento por dentro. Donde el escritor Pedro Badrán Padauí, charlaría con su colega Paul Brito. Mi decisión fue escuchar lo que faltaba de esa charla y esperar lo programado para las 4:00. Pero la sala estaba a reventar, no había forma de entrar. Así que me quedé en la calle, en La Cueva en la calle, ese espacio que habían acondicionado cerrando la vía para instalar una tarima donde se presentarían los grupos musicales durante las noches; pero con pantalla gigante y equipos de sonido que permitían una excelente visión y audición, y sillas para los asistentes; quedando como un espacio auxiliar donde acomodar a las personas que no cabían en la sala principal, pudiendo allí, sentirse en primera fila frente a los protagonistas.
¡Y que sorpresa! Empiezo a escuchar a alguien hablar de sus alcances en la interpretación del piano en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad del Atlántico, su experiencia con la guitarra, sus cuentos publicados en Aventuras de la calle (1996) y Mi ciudad en tus ojos (2010). Los poemarios Cuadros de una exposición (2000) y La última carta (2008), y la novela El arma secreta del navío Leandro. Ese era Guillermo Linero. Parecía difícil creer que alguien presentado como artista plástico, se desenvolviera con tanta facilidad por las distintas facetas de la cultura. De su obra como artista plástico, habló al principio de su intervención, pero cuando llegué, ya estaba en otro plano; al que lo habían llevado el presentador Néstor Martínez Celis y las preguntas del público.
Sus mini esculturas, las pude ver después de haber asistido al siguiente programa, quedando admirado de su imaginación fantástica y la inaudita capacidad para llevarla a los distintos materiales con los cuales trabaja.
A las 4:00 p. m. tal como estaba anunciado, empezó el dialogo de la escritora uruguaya Fernanda Trías, autora de las novelas La azotea (2001) y La ciudad invencible (2014), además de varios cuentos y ensayos, con el barranquillero Guiseppe Caputo, autor de la novela Un mundo huérfano (2016) y quien actualmente es docente y coordinador de la Maestría en Escritura Creativa del Instituto Caro Y Cuervo. Fue enriquecedor escuchar las experiencias de estos creativos, quienes estuvieron de acuerdo en que hacer y deshacer un borrador, es una labor tan intensa, solo comparable con la de un artesano. Coincidieron en este presupuesto y en otros, pues comparten una formación afín ya que ambos cursaron su Maestría en Escritura Creativa en la New York University. Pero mientras la uruguaya escribe “Diseccionando secuencias y planos”, por lo tanto, sus historias comienzan con una imagen. El colombiano parte de las vivencias, porque… “todo lo que uno hace, es en cierto sentido autobiográfico”.
El plato fuerte para la noche, a la 8:30 era el homenaje a Benny Moré en su centenario. “De la Habana llega este doble homenaje al Bárbaro del ritmo: la biografía rigurosa de Rafael (el chino) Lam y la magnífica voz de Kiko Ruiz”, como lo expresa el Catálogo. El acompañamiento musical, de Son de la Cueva y la moderación del gestor cultural Rafael Bassi. Como lo había calculado, un programa de esa magnitud, sería de un lleno total, y como había estado caminando con incomodidad por una lesión en la columna, tendría dificultad para estar de pie largo rato, e imposibilitado para sentarme en el piso de madera como se acostumbra en ese sitio. Lo que me hizo llegar con mi cohorte, -Emma y un pariente que a veces me servía de lazarillo para ayudarme a llevar la silla plegable que me sirvió de palco- lo más temprano posible.
Y como las sorpresas hicieron parte de este carnaval. Me topé con otra: Lo que pensé que era un relleno que debía empezar a las 7:30, y que estaba anunciado como “Super Ginger! Monólogo teatral cómico y sensible de Anna De Franceschi”.A esa hora en ya estábamos acomodados, y pudimos disfrutar el espectáculo maravilloso de esta artista italiana, que ha recorrido su país y festivales de otras partes del mundo cosechando aplausos con sus actuaciones, en especial con su monólogo, que como dice el Catalogo: “…nos enfrenta a la soledad y el aislamiento que sufre un clown frente a las luces, que debe sonreír en el escenario mientras su yo interno se defiende desnudo contra un mundo exigente que le recuerda que la función debe continuar”.
Cuando llegó la hora del espectáculo de fondo, el parque estaba totalmente lleno. Abrió la sesión Rafael Bassi,- que como dice el Catalogo, “A pesar de que se mueve como pez en el agua como docente de química, su verdadera alquimia la encontró entre tambores, saxos, (…)” y “ Los sonidos afroantillanos, el sabor del Caribe y el latín jazz se han convertido en sus verdaderos números atómicos”- invitando a Rafael Lam, ese prolijo historiador, considerado la memoria viva de los sonidos de Cuba, y cuya más reciente publicación fue Benny Moré: el símbolo de la música cubana (2018), a que comparta con el público sus vivencias con ese ícono de la música que fue el bárbaro del ritmo. Fue tanta la emoción expresada por este investigador musical, que la contagió al público. Contó que entendió lo que había significado Benny para la cubanidad; cuando uno de los más fanáticos miembros del exilio cubano de Miami, al morir Celia Cruz, se deprimió tanto que quienes estaban a su alrededor empezaron a temer por su vida, y cuando reaccionó solo pidió una cosa: Que lo dejaran escuchar una canción de Benny Moré.
El otro contertulio, Lázaro Ulises Thondike Ruiz, conocido como Kiko Ruiz, quien es músico, compositor y el cantante de las agrupaciones más connotadas de la isla, resaltó que ese personaje era su ídolo y que el mayor homenaje que podía rendirle, era cantar lo más cercano a los parámetros que impuso ese fenómeno de la música del Caribe.
Cuando se pasó del dialogo a la acción, fue maravilloso escuchar ese grupo musical inspirado, acompañando al cantante cuya voz, movimientos y carisma, nos hicieron pensar que era la reencarnación de ese fenómeno de la música que fue Benny Moré.
Escuchar Bonito y sabroso, Mucho corazón, Como fue, Santa Isabel… con la emoción y la sabrosura con que lo hizo Kiko Ruiz, hizo erizar la piel a los asistentes; pero estos sentimientos llegaron a su punto máximo cuando este intérprete dedicó la canción Una mujer a su madre, quien fue una de las personas que más lo estimuló a que siguiera los pasos de ese fenómeno musical; porque por su parecido físico, la tesitura de la voz y el talento para componer e interpretar, lo veía como el continuador de la carrera de Benny, que la muerte truncó en su mejor momento.
Y todo eso en el primer día: el jueves 6 de febrero; para los tres días restantes…, ya habrá oportunidad para comentarlos.
La Ñapa
Barranquilla 13.02 del 2020.
Juan Gossain.
Apreciado señor.
Tuve la oportunidad de disfrutar de la amena charla suya con el periodista Farouk Caballero, el sábado 8 de febrero del año en curso en La Cueva, en el marco del XIV Carnaval de las Artes 2020.
Entre los muchos temas tratados, no podía faltar el de la música de acordeón, que terminó denominándose “Vallenato”, y que usted con mucho acierto destacó que ese nombre se lo pusieron en las otras ciudades de Colombia; porque algunos de los que difundieron esos aires musicales procedentes de Valledupar, tenían como el Compae Chipuco las “patas bien pintá”. Pero usted denominó esas manchas “vitiligo” y las atribuyó a la falta de sal marina; lo que considero no del todo acertado, porque cuando ese tipo de sal es reemplazada por otro, pueden presentarse casos de bocio, pero no de vitiligo como usted señaló.
En el pasado, era abundante en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, una especie de mosca que llamaban “robador”; donde picaba dejaba la gota de sangre a flor de piel, pero allí quedaba una mancha de blanco mate. Este caso se presentaba con mayor frecuencia en las piernas. El vitiligo, las más de las veces, empieza en la cara y las manos, y es una despigmentación bien definida, de un blanco casi traslucido; diferente a la mancha que deja el insecto aludido, que tiene la forma clásica de picadura.
El término “vallenato” pudo parecerle burlesco a los valduparenses que no padecían esa afección, porque lo asociaban con el crio de la ballena que, a diferencia del cetáceo adulto que tiene bien definidos sus colores: negro azuloso para el torso y blanco para el pecho, su cría -el ballenato- está lleno de manchas.
Si estoy equivocado en mis apreciaciones, su orientación me será de mucha utilidad.
De usted atentamente:
Pedro Miguel García Torres.
C.C. No 7.422.257.
pemgarto@hotmail.com.
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