Demasiados héroes.


Cuando Laura Restrepo, fiel a su vocación de cronista e investigadora, publicó su primera novela, La isla de la pasión, mostró que había afinado su técnica narrativa que, en palabras de Gabriel García Márquez, “da vida a una singular amalgama de investigación y creación literaria”. Lo anterior coincide con la respuesta que dio la escritora a una pregunta en el Carnaval de las Artes de Barraquilla de 2020, donde manifestó  que basaba sus novelas en hechos reales a los cuales les hacía una rigurosa investigación, seguida de los retoques para ocultar la identidad de los protagonistas. 

Su novela Demasiados héroes, llegó a mí gracias a la gentileza de una de mis sobrinas que sabía de la admiración que siento por esa escritora, y acertó porque  llenó la expectativa que tenía antes de abrirla. Como a casi todas las obran que me han interesado, desde cuando me percaté de la fragilidad de mi memoria, le hice una reseña, pero me quedó un interrogante: ¿Cuánto habría de autobiografía en esa novela?

La reseña habría quedado allí de no ser por dos hechos que la revivieron. El primero, las protestas de los primeros meses del 2021, con su alto saldo de homicidios y desapariciones de los jóvenes que se atrevieron a levantar su voz contra la injusticia social; hecho que me estremeció al recordar a  Andrea Robles, uno de los personajes de la novela, cuando le explicó a Mateo por qué la desaparición forzada llega a ser para los dolientes, peor que la muerte violenta. 

El segundo hecho fue la defensa que hizo la columnista del Espectador Cecilia Orozco Tascón de  Antonio Caballero, refutando el machismo y misoginia que le endilgaron  por sus comentarios sobre la incursión de una figura de la TV en la política. La columnista destacó que lo que no soportaba su defendido era la superficialidad, pero  que reconocía y elogiaba el talento en mujeres y hombres, y como prueba reprodujo un artículo de Caballero publicado por una revista española titulado: Una mujer de novela, donde  exaltaba la vida y obra de Laura Restrepo, describiendo su lucha contra la dictadura argentina, en compañía de un trotskista de esa nacionalidad, el padre de su hijo, “mientras caían presos o muertos sus compañeros de partido”, que es meollo de la novela en cuestión.

En ese momento encontré la respuesta a mi interrogante: Lorenza y Mateo, los  personajes centrales de la novela, son Laura Restrepo y su hijo.  Allí, narra un capítulo de su vida  que empieza con lo que ellos llaman: Episodio oscuro, que fue el secuestro del niño cuando tenía dos años y medio por Ramón, su padre. 

Mateo había preguntado reiteradamente sobre ese acontecimiento, pero solo recibió datos dispersos e incoherentes. Cuando el psicólogo del colegio le pidió que escribiera un perfil de su padre, empezó por titularlo: Retrato de un desconocido, donde decía que estaba en Argentina, según se lo aseguraban su madre, su abuela y su tía. Le habían dicho que  un año   después de su partida les envió su última carta y desde entonces no habían sabido nada de él.

Ante esa realidad, Mateo le insiste a su madre en ir a conocer a su padre. Ella le pide esperar a ser mayor. Él, a manera de anticipo, quiere detalles del secuestro…, y ella se pregunta: “¿Cómo convertir ahora la obsesiva desazón de ese momento en un recuerdo sereno?”  Porque era consciente de haber entregado voluntariamente al niño cuando Ramón le propuso que le permitiera llevarlo de paseo a Zipaquirá, pero su intención era llevárselo para Argentina. 

Cuando Mateo cumplió los 18 años, organizaron el viaje a Buenos Aires. Los contactos realizados por Lorenza para ubicar a Ramón dejaron entrever a Mateo que su padre, quien durante su militancia guerrillera se desempeñó como experto en falsificar documentos, había extendido su actividad delictiva terminando preso por intento de asalto a una transportadora de valores. 

La reacción de Lorenza a tal información, hizo pensar a Mateo que ella sabía los linderos éticos que era capaz de trapazar su padre pero que se los había ocultado para no dañar la imagen de héroe que había querido forjarle en su mente de niño. Por eso decidió  cambiar los planes y hacer sus propias pesquisas. 

Fue decisivo para Mateo el contacto con Andrea, hija del Negro Robles, un compañero de militancia de su padre, a quien de niña le habían hecho creer que el suyo había muerto en un accidente de tránsito; pero cuando tenía diez y ocho años, vio en un diario la foto de su padre acribillado. Era el aniversario de su muerte por luchar contra la dictadura, y desde entonces se volvió su admiradora y quiso imitarlo en todo. Ese sí era un verdadero héroe y Andrea lo había descubierto por sí misma.

Ella le informó de las muchas desapariciones entre los compañeros de su padre, percibiendo que la “desaparición es una puerta abierta hacia la eterna expectativa, hacia la no respuesta, la incertidumbre, lo fantasmagórico, y no hay cabeza ni corazón humanos que puedan sufrirla  sin acercarse en mayor o menor medida al delirio”.

Ante la imposibilidad de encontrar a su padre, Mateo se inscribió para una excursión de patinaje por una semana en Bariloche, pero no permitió que su madre lo acompañara porque  era un programa para jóvenes. Según lo acordado, Mateo regresaría directamente al aeropuerto internacional Ezeiza de Buenos Aires donde Lorenza lo estaría esperando para tomar el vuelo hacia Bogotá. 

La gran sorpresa para Lorenza fue que Mateo le manifestó por teléfono que había llamado a Ramón, quien llegó a Bariloche y le presentó a su hermana de 12 años, su hermano de 18 meses y a la madre de ellos, con quienes había acordado quedarse las dos semanas que todavía tenía de vacaciones. Que había conocido bien a su padre y que ella no tenía por qué preocuparse;  él ya no era un niño y podía defenderse de cualquier “ramonada”que intentara en su contra.

La pregunta que nos hacemos los lectores de esta obra es: ¿Cuántos héroes han dejado en Colombia las protestas contra la injusticia social? …¡Demasiados!!!

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