Isadora Duncan
Hablar de Isadora Duncan es adentrarse en la vida de un personaje que vivió entre 1878 y 1927, que estuvo marcado por la creatividad, la rebeldía, el vanguardismo y la tragedia; esos factores que la caracterizaron no fueron gratuitos. Nació de un matrimonio en conflicto que terminó en divorcio cuando ella era apenas una bebé; el cambio en la personalidad de su madre por ese hecho repercutió de tal modo en la niña, que en el futuro nunca creyó en el matrimonio como institución. Uno de los capítulos de Mi vida, su autobiografía, lo dedica a la condición de esclava de la mujer casada en la sociedad que les tocó vivir, por lo que hizo votos de no rebajarse nunca a ese estado que consideró degradante.
Desde pequeña supo que la danza era su destino. Mary Dora, su madre, que era una pianista poco sujeta a las convenciones sociales de su tiempo, alentó las vocaciones y aventuras artísticas de sus hijos sin importar lo extravagantes que fueran. El hecho de que se ganara la vida dando clases de música a domicilio, en lo que gastaba gran parte del día, es aprovechado por la niña para escaparse de la “prisión de la escuela” y vagar sola por la orilla del mar, “a esta vida salvaje y sin obstáculo de mi niñez debo la inspiración de la danza que he creado y que no es sino la expresión de la libertad”, así lo dejó consignado en la mencionada autobiografía.
Cuando Isadora tenía siete años, su madre funda una escuela de danzas en Oakland y dos de sus hermanos, Elizabeth y Raymond se convirtieron en profesores de la misma. A los once años Isadora dejó la escuela regular para colaborar en la empresa familiar que no obtuvo el éxito esperado, por lo que tuvieron que mudarse a Chicago, donde ella estudió danza clásica. Otro de los incidentes de su tempestuosa vida fue un incendio que quemó la residencia de la familia, dejándola otra vez en la ruina total, lo que la obliga a trasladarse, esta vez a Nueva York, donde la joven Isadora entró como bailarina en la compañía de teatro del dramaturgo Agustín Daly.
Ya para ese entonces la inquieta joven había concebido más de un proyecto para innovar la danza, alejándola de lo clásico para acercarla a la interpretación plástica de poemas por medio de la improvisación, pero el empresario Daly no aceptó ninguna de sus iniciativas, por lo que Isadora sintiéndose incomprendida abandonó la compañía. El objetivo que se propuso en ese momento fue partir para Londres con el resto de su familia para estudiar en el Museo Británico, los movimientos de la danza griega, que aparecen representados en cuadros y jarrones de esa institución.
Para lograr reunir los recursos que le permitieran materializar su proyecto, bailó donde la contrataran, sin excluir teatros de mala muerte, tal como lo plasma en el celuloide el director de cine Karel Reisz, en la película Isadora Duncan de 1968, con un guion escrito por Melvyn Bragg, basado en la autobiografía ya señalada.
La estadía en Londres constituyó una época de formación y lecturas entusiastas, así como ensayos de nuevas danzas en busca de formas para la expresión coreográfica y de alternativas para profundizar su arte. Los éxitos no se hicieron esperar, dio una serie de recitales que la prensa exaltó como un aire fresco en la acartonada danza tradicional. Sus éxitos se extendieron a Paris, donde enriqueció su repertorio con el aporte de los trazos de la pintura y escultura francesas; otro tanto hizo en Italia, donde incorporó tendencias que captó de los artistas del renacimiento. Las más importantes ciudades europeas pudieron apreciar la magia que irradiaba la nueva estrella.
En 1902, en Grecia en la colina de Kopanos, comenzó a construir un templo consagrado a la danza. En uno de sus viajes a San Petersburgo en 1905, fue invitada por la célebre bailarina rusa Anna Pavlova a visitar su estudio, donde presenció una sesión de ensayo de esa estrella del ballet clásico, así pudo observar por tres horas el duro entrenamiento a que debía someterse, y en algún momento vio en ese hermoso rostro una expresión de mártir. La rigurosa disciplina parecía estar destinada a separar la mente de los músculos, al respecto escribió: “Yo, por el contrario busqué el manantial de la expresión espiritual para encausarlo en los canales del cuerpo.” Hay que recordar que ella danzaba descalza, con una túnica de seda transparente sobre su cuerpo desnudo como una sacerdotisa pagana, trasportada por el ritmo como si tuviera alas en los pies.
La apasionada y maravillosa danzarina ejercía un irresistible poder de seducción entre sus seguidores; pronto su nombre se empezó a asociar al de algunos hombres, entre ellos se pueden destacar: el actor y escenógrafo Edward Gordon Creig con quien tuvo una hija; Paris Singer, el magnate de las máquinas de coser, de quien concibió su segundo hijo y que la introdujo en la vida de grandes lujos.
Igualmente, se fue gestando la leyenda de un maleficio que caía a quienes ella entregaba su amor; se tomó como paradigma el caso del polaco Iván Miroski, quien luego de separarse de Isadora fue consumido por unas fiebres malignas. Se ha vinculado así mismo a esa leyenda negra la tragedia sufrida por ella misma al perder a sus hijos, Patrick y Dietre, en uno de los momentos en que cosechaba los mayores éxitos en Paris; los niños al cuidado de la institutriz y del chofer de su automóvil quienes, al atravesar uno de los puentes sobre el rio Sena, en un accidente el vehículo cayó al rio donde murieron ahogados el jueves 27 de agosto de 1913.
La profunda depresión que le produjo la muerte de sus hijos la llevó a romper todos sus compromisos profesionales, dedicándose a la enseñanza y tratando con el trabajo agotador olvidar su tragedia. Su participación en campañas benéficas por diferentes países, la condujo a la Unión Soviética en 1921 donde conoció a Serguei Esenin, un destacado poeta ruso, con quien vivió un apasionado romance que resultó catastrófico. Luego de un viaje a Europa y a USA sin mucho éxito, a su regreso a Moscú, Sergei se sumergió en el alcoholismo. Roto el romance, Isadora regresó a Europa en 1924, un año más tarde se enteró por la prensa que su ex pareja se había suicidado.
Isadora se refugió en Niza, donde terminó su autobiografía y estaba trabajando en El arte de la danza, donde pretendía ofrecer una síntesis de sus aportes en ese campo, cuando el miércoles 14 se septiembre de 1927, quiso airear sus ideas dando un paseo en un lujoso Bugatti descapotado que puso a su disposición un admirador, y cuando alcanzó una gran velocidad su largo chal rojo se enredó en los radios de una de las ruedas posteriores del vehículo, muriendo estrangulada a los cincuenta años.
Referencias:
DUNCAN, Isidora. Mi vida. Debate. Madrid. 1993.
https://www.biografiasyvidas.com. Biografía. Isadora Duncan.
https://www.lavanguardia.com. Historia contemporánea. Isadora Duncan, bailarina precoz, defensora del amor libre y víctima de tragedias.
https://www.clarin.com. Espectáculos. Isadora Duncan, la frágil bailarina que sufrió el peor dolor.
https://www.infobae.com. Cultura. La vida trágica de Isadora Duncan, la mujer que tenía alas en los pies.
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